domingo, 20 de junio de 2010

Capítulo II (Rev 0)

La fria noche susurra sus voces acariciando la hierba que crece a los lados de una carretera solitaria. La luna en lo alto ilumina los arboles callados, y se filtra hasta tocar el piso, disminuida.

La carretera discurre atravezando por el corazón de éste bosque silencioso, como dormido. Como si un depredador rondara los alrededores, silenciandolo todo con su precencia. El pavimento, sin embargo, inertemente soportaba el constante golpeteo de unos pasos de una criatura corriendo desorientada.

Paso tras paso aquellos pies interrumpían la solemne tranquilidad del bosque.

Una respiración agitada y unos ojos perdidos deambulaban aterrorizados buscandose en la noche, penetrando con ojos abiertos como platos la oscuridad tenuemente desvelada por la luna que rebotaba de los árboles.

La camisa empapada se pegaba el pecho que se convulsionaba en una lucha sin fin por buscar aire, rítmicamente ahogado y con el corazón hecho pedazos de tanto palpitar. Las piernas le pesaban como barras de acero incandescente. el frio de la noche hacía burla de el.

desde hace cuanto que corro? mi cuerpo me dice que más del tiempo necesario. Pero no puedo detenerme, no ahora. Mi cuerpo grita que no me detenga, aunque me siento morir, el pánico impulsa mi pie a moverse una vez más en cada paso.
De repente recuerdo haber estado en ése ascensor, aquella bella mujer, que pasó con ella.
tantas dudas en mi cabeza, siento que mi cabeza estalla.
De nuevo mis sentido se agudizan.

hasta mi nariz llega el olor a pino de cada árbol a kilómetros de distancia, cada hoja con sus matices diferentes, las gotas de rocío que apenas se forman en las telarañas que huelen a polillas volando erráticas, con su constante zumbido y sus alas golpeando el cielo de color ligeramente azulado al atravezar por ellas la luz de la luna. Mis sentidos pierden una vez más forma y se transforman en uno solo. Todo se mezcla en un torbellino enloquecedor, y mi cuerpo se siente poderoso.

no existe cansancio, cada paso se vuelve más largo. De repente un estallido de luz.
La luz de cada estrella nublan mi vista, tanta luz que me ciega, sin embargo puedo discernir cada una de ellas y su forma. La sensación de poder se hace cada vez más grande y siento que ya mi cuerpo no soportará la locura que me inunda.

Mis ojos se abren y siento mi cuerpo temblando de frio sobre un charco de sudor y de sangre. La cabeza me duele. una herida en la frente es la fuente de esa sangre, que se ve negra bañada por la luz de la luna.

- levántate escoria!
Quedo perificado al sentir una voz que me insta a pararme, y de un respingo, lo hago.

Un hombre parado, con una mirada tan profunda como la misma noche, atravieza mi pecho como dos dagas plateadas. un gabán negro de cuero cubre su espalda.

con un gesto sutil de su mano corre uno de los lados de su gabán, dejando ver la tsuba de una katana. INstantáneamente sus ojos se vuelven fieros, y un miedo de muerte recorre mi espalda, destabilizandome. mis rodillas ceden ante aquella fuerza irresistible y caigo como una plomada.

- no mereces vivir entre nosotros. Sin embargo esta no será la noche en que mi acero cene de tu sangre.

en un instante desapareció, y mi cuerpo cayó de lado. sobre el frio pavimento. no era miedo lo que sentía, era como si mi cuerpo hubiera decidido escuchar a aquel monstruo, mi cuerpo había sido forzado a abandonar mis ordenes.
El cielo en llamas se comenzaba a dejar ver en esta zona del mundo, con sus colores rojizos comenzaba a depejar los dominios efímeros de la luna. luz que fuera reconfortante otrora, producía en mí cierto desasociego, algo malo estaba por ocurrir.

Entonces de nuevo, y sin aviso mis sentidos comenzaron a agudizarse de nuevo. Cada vez que sucedía sentía que me tomaba menos tiempo perder la razón, cada vez me ganaba la locura con menos esfuerzo. Un ruido de neumáticos chirriando despejó mi cerebro en un instante, y vi como de una camioneta se bajaban dos hombres vestidos de manera extraña. Un espasmo se apoderó de cada músculo de mi cuerpo, y la luz lentamente se desvaneció de mis ojos.