sábado, 8 de diciembre de 2012

Lo que hubiera sido

Cada paso, largo como una tortura, acercaba cada vez más el punto de no retorno a su camino. Las palabras estaban allí, tan sólo esperando que el bajara la guardia para silenciar la noche con su torrente. Se detuvo, valientemente abrió su boca. La miró a los ojos, y sudando todo, le dijo que la amaba.
Lentamente y sin decisión sus labios se unieron y jugaron un rato, acariciándose tiernamente, inexperta y con una pasión apenas descubierta experimenta su primer beso, y el se espanta revelándose ante si mismo como quien jamás antes había besado.
...
Tan sólo un beso te pedía, sólo tu sonrisa me ilumina el día Es fácil callar, muy fácil. Tus labios niégame, tu sonrisa escóndela, tu mirada arrebátame, mis alas corta y desangra la tinta de mis venas.

Déjame soñar hoy en silencio, que la noche celestina se apiada de mis alucinaciones. Quiero morir dulcemente, sentir de nuevo tus manos cobijando las mías. Déjame escribirte en un instante, permítele a mis letras estrecharte. Pudiera yo volar distante si tus labios me dejaras abrasarte.

(Y fue - diciembre 13 - 2010)

Boceto en un parque de noche


Un hombre camina, lentamente. Bajo sus pies pasa el camino de ladrillos del parque a cada paso. Eran ladrillos rojos, y por entre las grietas se asomaban hojas de hierba que brillaban húmedos por el rocío bajo la luz de la luna. Un cigarrillo en su boca se consumía, las cenizas caían bajo la inercia de cada paso.
Pensativo recorrió todo el camino hasta que se sentó en una banca, a la que le limpió la humedad con un pañuelo azul que sacó del bolsillo.

Había dejado de llover hacía poco, y en una banca del parque, un hombre con sombrero y un pesado gabán se veía sentado mientras fumaba un cigarrillo en silencio. En su cara se veían las líneas de una preocupación profunda.
Se podría decir que a esa hora de la noche, encajaba perfectamente esa silueta con el lújubre estado del parque, como si fuera parte del ambiente; incluso podría decirse que era la estatua de un procer, de no ser por el copioso cigarrillo que fumaba.

Nacimiento


Desgarra su cuello con afilados colmillos, hasta llegar a la arteria carótida, que perforada, derrama su sangre en las fauces de su eficiente depredador. La escena, sexual y voluptuosa, de repente se transformó en una comida caliente para ella, y en muerte placentera para el. Lo sedujo implacablemente, y se lo llevó al otro lado de la noche, y sin mucho esfuerzo lo devoró.

En el bar todo parecía normal, las mismas caras, los mismos tragos; el se sentó, pidió una cerveza para ir calentando la noche, y esperar que pasaba. En un momento de la noche, sintió una mirada sobre su espalda, fuego que lo quemaba detrás de el, y no pudo resistir la necesidad de girarse hacia aquella mirada. Sus ojos apenas daban crédito a lo que veía, una mujer de piel blanca, delgada y con un andar orgulloso, su cabello suelto, rizos rojos que parecían flotar sobre sus hombros. Se detuvo un momento en la entrada y miró directamente hacia el. Sus ojos lo hipnotizaron de inmediato, ojos profundos como la noche, desprovistos de humanidad. Simplemente lo miró un instante, se sonrió y caminó hasta sentarse en la barra.
El se paró de inmediato, y fue a sentarse a su lado. Tocó su hombro para llamar su atención y saludarla, pero apenas volteó, sus palabras desaparecieron. Sólo eran sus ojos los que hablaban, los de ella un abismo en el que los de el caían sin control.
Ella lo tomó de la mano, y lo condujo sin esfuerzo alguno hasta la calle, tomó su cara entre las manos y lo besó apasionadamente. El se separó de ella y paró un taxi, que los llevaría a un motel en algún lado de la ciudad.

Moribundo agradeció por todo, se sentía más vivo ahora que estaba a punto de morir, que en cualquier otro momento de su vida.

-- Termina de tomar mi vida - Susurró con lo poco de vida que aún le quedaba

-- Ahora serás mio mientras dure mi vida - Dijo ella, aún sobre su cuerpo que se enfriaba rápidamente, mientras derramaba una mirada condescendiente sobre el

Ella abrió una herida en uno de sus senos y lo puso sobre su boca.

-- Bebe - Le ordenó

El no tuvo otra elección que llenarse con el líquido delicioso que bajaba por su garganta, quemándolo y causándole un placer fuera de lo humano.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Contando estrellas

En la noche constelada por estrellas, yo sólo quiero contar las estrellas de tu piel: un beso, dos besos, tres besos...