sábado, 5 de febrero de 2011

Un libro

Recorriendo por fugaces momentos la hoja, la tinta hacía permanente la sombra absoluta del contacto entre el papel y la punta del lapicero, patrones regulares eran trazados sin pensarlo, y las formas iban haciendose visibles. Así pasó un buen tiempo en el que el hipnótico sonido del lapicero rayando la hoja era lo único que había en esa noche, que se presentaba como una compañera atenta.
Luego de terminar lo escrito, lo miró, lo leyó mientras que en su rostro se desarrollaban las más variadas emociones. Asintió, tomó la hoja entre sus manos y la arrancó de la libreta. No eran mas que letras, pensó, pero gran parte de el también lo era. Se recostó en la cama, y entonces cerró sus tapas y se durmió.

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