miércoles, 10 de septiembre de 2008

Crescendo

Moléculas de una sustancia desconocida son vertidas sobre una malla de fibras tejidas al azar de lo que antes fue un árbol; extendidas uniformemente por un rodillo extraño, un rodillo esférico que se mueve a una velocidad increíble sobre el tejido. La molécula es impulsada por la gravedad y queda adherida en el papel, junto a muchas otras. Rápidamente el ambiente se secará y quedara fijo en ese lugar. Ampliamente se debe ver para encontrar millones de moléculas dispersas por todo el lugar formando líneas y patrones de una dimensión imposible de apreciar. Estas líneas forman patrones reconocibles ya a una altura considerable, y para el ojo entrenado se pueden reconocer inclusive patrones más grandes. Un observador a mayor altura y en un nivel más alto, puede ver como interactúan las ahora reconocibles palabras.
Dos palabras abrazadas siguen la lectura totalmente dependientes la una de la otra, dependientes en extremo, sin identidad individual, ahora su sentido es el sentido de ambas. Una palabra solitaria, perezosa e inútil sobra en su conjunto, no sirve ni de redundancia, sin embargo ferozmente se aferra a la hoja, no se va de la oración de ninguna manera.
Dos palabras pelean en esta frase, intentan excluirse la una a la otra toman su función demasiado a pecho, es difícil decidir cual de ellas es mas importante y que da mas sentido a la idea, se excluyen mutuamente.
El lector y voyeur de palabras, creador de las letras, mientras tanto, mueve su mano a veces agitadamente corriendo contra la memoria, y otras veces lentamente degustando, prolongando el éxtasis con que cada palabra se plasma sobre la hoja, pero siempre escribiendo, dándole vida a las palabras, son sus hijos, la escritura no será de su propiedad, pero si lo es aquello que el construye con esta herramienta

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