sábado, 6 de septiembre de 2008

Sobre un pedacito de luz enamorado

Por entre una ventana, sigilosamente y sin hacer ruido, temeroso de despertar un gato que había retozando en el sofá, se infiltró un rayito de sol en la habitación, hábilmente se metió entre las rendijas verticales que dejaron adrede los listones de madera de la ventana. Llegó primero al piso, pero conforme avanzaba el reloj el rayito fue engrosándose, y caminando lentamente, se podía ver su verticalidad, y la evidencia que dejaba su cuerpo estirado desde la ventana hasta el suelo, su cuerpo solo era visible por la cantidad de partículas de polvo suspendidas en el aire, que irritaban la nariz del gatico. Nuestro rayito de sol comienza a caminar, pues, por el suelo de la habitación, lentamente, como lo hace un rayo de sol, llega hasta la pata del sofá y comienza a trepar precariamente, sube por la tela y ahí colgado toca delicadamente la pierna del gatico, se refleja azul y tersa, descubierta, hermosa; sigue subiendo, ese rayito de sol por la pierna, pero inevitablemente se desvía de su recién descubierta meta, continuamente alejándose de la posibilidad de seguir escalando, dichoso, esta pierna. Finalmente desconsolado el rayito sigue su camino por algún lugar que no es ya la pierna de gato. Sigue constante entonces por la tela del sofá, sin contratiempos, salvo algunos pliegues que decoran este mueble. Nuevamente se acerca al cuerpo de la tranquila gata, y con una esperanza infinita, ve que ha tocado nuevamente su cuerpo, ese pelaje azul se torna más brillante bajo su contacto premeditadamente involuntario; sigue feliz subiendo por esas deliciosas curvas y roza con un calor aquella piel que quiere acariciar. Después de este éxtasis de contacto, llega a su cuello y lo besa con el calor radiante de las cuatro de la tarde, sube por la parte delantera de aquel cuello, por su mandíbula, y es entonces cuando el rayito en un éxtasis de alegría ve que se acerca lentamente a los labios rojos de este gato azul, y se le antoja besarlos, lentamente, tan lentamente como las cinco de la tarde. Sin embargo el éxtasis llegó a su fin, la alegría se convirtió en sollozos, la luz comenzó a extinguirse, su intensidad se perdió y su calor no fue mas, el rayito estaba muriendo, ya cuando estaba tan cerca de probar el labio inferior, estaba justo tocando el pliegue donde se marca el comienzo del labio. Una montaña se atravesó en su camino, y detrás de ella seguiría su camino. Una mirada atenta al cielo aquel día, hubiera advertido que el sol y sus arreboles fueron azules, arreboles que fueron los estertores de un atardecer en memoria de un rayito de luz, con el cual el sol quiso besar en la boca a esta gata.

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